Exconvento_Sto_Domingo
En el campanario de la Iglesia de Santo Domingo se aprecia la presencia de una gigantesca campana que los religiosos llaman la campana mayor.
Dicen que cuando se terminó la Iglesia, tanto los religiosos como la población, encargaron la fundición de las campanas que requería el hermoso campanario. La construcción de la campana mayor y otra más pequeña se realizó en Centroamérica y cuando estuvieron terminadas salió la comitiva con la intensión de llevarlas a su destino final. De Guatemala a Chiapa de Corzo, en aquellos años duró varios meses, se sabe que ya en tierras chiapanecas atravesaron el Río Grijalva en el lugar más estrecho del mismo, conocido como la Angostura, en donde ahora se encuentra la presa que lleva ese nombre y precisamente en ese lugar, por desgracia, la campana más pequeña se desprendió de sus amarres y cayó en el río. En ese mismo intstante las aguas se encresparon, se apreció un enorme remolino y se formó una gran laguna, que se conoció con el nombre de Chuquiyaca. Como no fue posible rescatarla, los comisionados continuaron su camino a Chiapa de Corzzo.
Para subirla al campanario se construyó una rampa de madera de cuadra y media y con grandes rodillos la fueron jalando. El eje se hizó del corazón del árbol de chico zapote y actualmente está amarrada con cadenas de gruesos eslabones por su peso. El badajo original era de oro y la aliación se hizo de cobre, bronce y oro. Los fundadores la bautizaron y así está grabado en ella, con el nombre de Teresa de Jesús. Cuando ocupó su lugar y se le hizo repicar, su sonido se dejó escuchar a gran distancia.
El badajo actual ya no es de oro, pues un sacerdote se lo llevó y le puso otro de fierro, con el que la campana perdió mucha sonridad. Se le conoce como «la campanaria».
La leyenda sostiene que la campana que se quedó en el río, repica desde el fondo del agua y sus repiques se escuchan desde lejos. Eso sucede, dicen unos a media noche, otros que en noches de luna llena. Ahora esta campana se conoce como la Campana de Agua. Los que escuchan sus repiques se sientes afortunados y elegidos de Dios.

Fuente: Leyendas Chiapanecas, C. Pineda & A. Rincón