El caracol es una construcción antigüa que se encuentra dentro de una porción de tierra cercana a la propiedad de don Esteban, para llegar es necesario caminar de Chiapa de Corzo, posiblemente menos de cinco kilómetros. Hay que atravezar el Nandalumí, arroyo negro, de aguas frías y relajantes. Desde el lugar de lo que se presupone fue el juego de la pelota se observa misterioso el Namandiyuguá, cerro brujo, en cuyas faldas está Nandayacutí, hoy Palestina. Así se llega al rancho de Don Esteban; todavía se atraviesa otro arroyo antes de ascender una escarpada cuesta rodeada de árboles frutales y maderas preciosas. En la cima, a un costado de esta construcción se extiende una plantación de jocotes y en la lejanía se observa en toda su magnitud el Cañón del Sumidero.
Con ladrillos colados en espiral, antiguos constructores formaron un caracol, lamentablemente, desde hace algunos años un árbol cayó justo en la entrada a éste, cubriéndola con sus rama que poco a poco han ido sellándola, impidiendo el paso y evitando que se pueda observar con mayor detalle. Es aquí como dice Don Esteban que «está encantado», ya que cosas muy raras suceden.
Una vez cuando su hija era pequeña, lo acompañó, mientras el se pusó a trabajar, la pequeña se puso a jugar lejos de donde estaba él, de pronto se escucharon los gritos de la niña, Don Esteban corrió hacia ella y vió que dos palomas de gran tamaño, blancas y con un listón rojo en el cuello, se pavoneaban alrededor de ella, asustándola, caminando lo más rápido que pudo hacia ella, y al momento de llegar, las palomas desaparecieron.
Toda la familia de Don Esteban ha vivido ahí, su papá también les platicaba que estas cosas ya pasaban en el caracol hace mucho tiempo. Una vez, su papá y su tío habían ido a trabajar, su tío pretendía cortar los árboles de un área cercana, porqu iba a sembrar maíz, pero no pudo hacerlo. Una fuerza se lo impedía cada vez que lo intentaba, arrancando de sus manos el machete. Muy molesto, empezó a blasfemar y recogiendo el machete intentó cortar el árbol nuevamente. La fuerza que se lo impedía le arrebató el machete y esta vez le cortó una mano. Desde entonces no volvió a hacerlo; este lugar está encantado y hay que tener respeto por eso.
En otra ocasión, este mismo tío, al regresar a casa ya casi entrada la nochecita, encontró en su camino a una serpiente de enorme tamaño, fuera de lo normal. Se lo quería ganar, hasta el perro que iba con él huyó lleno de miedo, como pudo retrocedió y también escapó del lugar. Al llegar a la casa se lo dijo a su hermano, al día siguiente fueron hasta el lugar donde había visto a la serpiente, con rifle, pero no encontraron nada.
Pasó el tiempo, y su tío se había olvidado del suceso, cuando una mañana que caminaba solo por el lugar, al pasar por una cueva encontró de nuevo a la víbora, dice que no pudo moverse de tanto miedo que sintió, pues de la cueva asomaba una cabeza descomunal, y huyó de ahí, si hubiera volteado, seguro que le gana su valor, y se hubiera adueñado de su alma.
Por todo esto, Don Esteban asegura que el lugar está encantado.

Fuente: Trozos del Sol, Nagualismo y Tradición Oral, Yolanda Palacios